La amistad de acuerdo a Humphrey / Friendship According to Humphrey

La amistad de acuerdo a Humphrey / Friendship According to Humphrey

by Betty G. Birney
La amistad de acuerdo a Humphrey / Friendship According to Humphrey

La amistad de acuerdo a Humphrey / Friendship According to Humphrey

by Betty G. Birney

eBook

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Overview

El segundo libro en el serie de la mejor mascota de la clase--ahora en Espanol!

Hay una nueva mascota en el Aula 26: es una rana y se llama Og. Humphrey está deseando hacerse amigo de Og, pero Og no parece interesado. ¡Y, para colmo, los estudiantes están tan fascinados con Og que apenas prestan atención a Humphrey! Humphrey sabe que la amistad puede ser a veces algo complicado, pero si un hámster es capaz de hacerse amigo de una rana, ¡ese es Humphrey!

¡Humphrey es uno de los preferidos del programa ONE SCHOOL, ONE BOOK!
¡Los libros de Humphrey han sido nominados a diferentes premios en veinticuatro estados del país resultando ganador en siete de ellos gracias a los votos de los niños!

Product Details

ISBN-13: 9780451480040
Publisher: Penguin Young Readers Group
Publication date: 08/21/2018
Series: Humphrey Series
Sold by: Penguin Group
Format: eBook
Pages: 160
File size: 2 MB
Age Range: 8 - 12 Years
Language: Spanish

About the Author

About The Author
Betty G. Birney has written episodes for numerous children’s television shows, including The New Adventures of Madeleine, Doug, and Bobby’s World, as well as after-school specials and a television movie, Mary Christmas. She has won many awards for her television work, including an Emmy, three Humanitas Prizes, and a Writers Guild of America award. In addition to the Humphrey books, she is the author of The Seven Wonders of Sassafras Springs and The Princess and the Peabodys. A native of St. Louis, Missouri, Betty lives in Los Angeles with her husband, an actor.

Read an Excerpt

1

 

Un cambio sorprendente

 

ÁBUMP-BUMP-BUMP!

 

La se–ora Brisbane y yo regres‡bamos a la Escuela Longfellow despuŽs de las vacaciones de Navidad. Hab’a m‡s baches en la carretera que la œltima vez que hicimos el recorrido en su peque–a camioneta azul.

 

-Humphrey -comenz— a decir la se–ora Brisbane, pero la interrumpi— otro ÁBUMP!-. No te sorprendas, ÁBUMP!, si ves algunos cambios, ÁBUMP!, en el Aula 26, ÁBUMP!

 

Sent’ un peque–o revuelo en el est—mago y me agarrŽ fuertemente a la escalera.

 

No entend’a muy bien lo que me dec’a. ÀQuŽ quer’a decir ella con "cambios"?

 

-Mientras estabas en casa con Bert, ÁBUMP!, regresŽ a la escuela para poner algunas cosas en orden.

 

Durante las vacaciones, pasŽ mucho tiempo con Bert, su esposo, y a pesar de que me cae muy bien, ya estaba cansado de correr por laberintos varias veces al d’a. Al se–or Brisbane le encanta verme recorrer laberintos. Ahora, de regreso a la escuela, podr’a dormir alguna siestecita durante el d’a. Y, adem‡s, si soy la mascota de la clase, ese es mi lugar.

 

Mi est—mago se asent— un poco una vez que llegamos a la escuela y la se–ora Brisbane estacion— el auto.

 

-ÀY quŽ hay de esos cambios? -preguntŽ, pero, como siempre, lo que me sali— fue un chillido: "Hiiic-hiiic-hiiic".

 

-A veces los cambios son necesarios, Humphrey

-dijo la se–ora Brisbane mientras abr’a la puerta del auto-. Ya ver‡s.

 

Todav’a temblaba por el ajetreado trayecto cuando, de repente, una r‡faga de aire helado me produjo un escalofr’o; despuŽs no pude ver nada porque la se–ora Brisbane hab’a cubierto mi jaula con una bufanda de lana. En realidad, no me importaba siempre y cuando me estuviese llevando a mi aula, donde podr’a ver a todos mis amigos otra vez. De solo pensarlo me invadi— un sentimiento c‡lido, o a lo mejor era el calor que produc’a la caldera al entrar por la puerta de la escuela.

 

-ÁHola, Sue! ÀQuieres hacerlo hoy? -pregunt— una voz familiar. No pod’a ver a la se–orita Loomis, pero reconoc’ su voz. La se–orita Loomis ense–aba en el aula al final del pasillo. Era amiga de la se–ora Brisbane.

 

-De acuerdo, Angie. ÀTe parece bien despuŽs del recreo de la ma–ana?

 

-Perfecto. Nos vemos entonces -dijo la se–orita Loomis.

 

Finalmente, la se–ora Brisbane coloc— mi jaula en su sitio y quit— la bufanda. Cuando lo hizo, me llevŽ una gran sorpresa. ÁAlgo "inexchillable" hab’a ocurrido en mi aula! Los pupitres estaban colocados en direcci—n opuesta. Antes miraban hacia el frente, y ahora estaban de lado.

 

En lugar de ordenados en fila, estaban colocados en grupos. El escritorio de la se–ora Brisbane ahora se encontraba en una esquina. Fotograf’as de gente que nunca hab’a visto antes reemplazaban los simp‡ticos mu–ecos de nieve que en diciembre adornaban el tablero de anuncios.

 

Estaba tan mareado con tantos cambios que no me di cuenta de que los ni–os comenzaban a llegar hasta que Baja-la-voz-A.J. l-A.J. grit—: "ÁHola, Humphrey!" tan pronto sali— del guardarropa.

 

Enseguida todos mis compa–eros de clase se acercaron a saludarme.

 

-ÀQuŽ tal las vacaciones? -pregunt— Miranda Golden. Ella era un ser humano casi perfecto.

 

-Mi mam‡ te manda saludos -dijo Habla-M‡s-Alto-Sayeh con su dulce y tenue voz.

 

-ÁHola, Humphrey-Dumpty! -grit— Garth, lo que hizo que Gail soltara una risita, pero no me molest—: Gail se re’a por todo.

 

Justo en ese momento, son— la campana.

 

-Clase, localicen sus pupitres y siŽntense -dijo la se–ora Brisbane.

 

Hubo mucho ruido y traqueteo mientras mis compa–eros encontraban sus asientos. Ahora pod’a ver mejor a algunos alumnos que antes se sentaban en el otro extremo del aula, como No-Te-Quejes-Mandy Payne, SiŽntate-Quieto-Seth Stevenson y O’-Eso-Kirk Chen. Puede que la se–ora Brisbane estuviera en lo cierto: a veces los cambios son necesarios.

 

Pero entonces, algo llam— mi atenci—n: hab’a una persona desconocida en el Aula 26. Estaba sentada cerca de Sayeh, Gail y Kirk.

 

-Se–ora Brisbane, Áella no pertenece aqu’! -chillŽ alto-. ÁSe ha equivocado de aula!

 

Aunque es posible que no me oyera.

 

-Clase, como pueden ver, este a–o hay algunos cambios, y uno de ellos es que tenemos una nueva estudiante -anunci— la maestra-. Tabitha, por favor, ven aqu’.

 

La nueva ni–a se levant— y se coloc— al lado de la se–ora Brisbane. Se ve’a ASUSTADA-ASUSTADA-ASUSTADA.

 

-Esta es Tabitha Clark, y quiero que todos le den la bienvenida. Tabitha, Àpor quŽ no nos cuentas algo sobre ti?

 

La ni–a baj— la vista y neg— con la cabeza.

 

La se–ora Brisbane enseguida dirigi— su atenci—n a la clase:

 

-Bien, continuaremos m‡s tarde. ÀQuiŽn quiere acompa–ar a Tabitha en su primer d’a?

 

-ÁYo! -grit— una voz. Claro, era Levanta-La-Mano-Heidi, que siempre se olvidaba de levantar la mano.

 

-Heidi, levanta la mano, por favor. Pero Mandy la levant— primero. Mandy, tœ estar‡s a cargo de Tabitha todo el d’a de hoy. Espero que todos se presenten y que la incluyan en sus actividades. -Entonces, se volvi— hacia Tabitha y le dijo-: SŽ que har‡s muchos amigos en el Aula 26. Puedes sentarte.

 

La ni–a fue a sentarse sin levantar la vista del suelo. Parec’a que realmente necesitaba un amigo. Me quedŽ tan absorto mir‡ndola que no entend’ bien lo que dijo la se–ora Brisbane. ÀHab’a dicho "poller’a"?

 

-Como saben, el nombre de la escuela es Longfellow, y espero que sepan que Henry Wadsworth Longfellow fue un famoso poeta -dijo la se–ora Brisbane.

 

ÁPoes’a! Nada que ver con pollos u otras aves, por suerte. Debo admitir que todo lo relacionado con plumas me asusta desde mis d’as en Mascotalandia. Todav’a tengo pesadillas de aquella vez que un inmenso loro verde se escap— y se lanz— en picada contra mi jaula parloteando: "ÁYumi, ÁYumi! ÁYumi! ÁA comer!". Y c—mo chillaba cuando Carl, el dependiente de la tienda, logr— agarrarlo.

 

Ese desagradable recuerdo se interrumpi— cuando alguien dijo: "Soy poeta y no lo sab’a, pero mis largos pies me lo dec’an".

 

-O’-Eso-Kirk -dijo la se–ora Brisbane-. Como les dec’a, dedicaremos una gran parte de este semestre a recitar y escribir poes’a.

 

Los murmullos crecieron en intensidad. Creo que hay algunos que le tienen tanto miedo a la poes’a como yo a las plumas.

 

Seth se retorci— en su asiento e hizo como si se golpeara la cabeza contra el pupitre.

 

-Poes’a -gimi—.

 

-SiŽntate-Quieto-Seth -dijo la se–ora Brisbane.

 

Pero sentarse tranquilo no era algo f‡cil para Seth. Ahora que lo ten’a casi frente a m’, pod’a ver que no paraba de moverse, lo que hizo re’r a Gail Morgenstern.

 

-No-Te-R’as-Gail -le advirti— la se–ora Brisbane.

 

Gail par— de re’rse, pero le entr— hipo.

 

-Por favor, ve a beber un poco de agua -le dijo la se–ora Brisbane. Entonces se vir— hacia Tabitha y le dijo-: Por favor, guarda ese juguete.

 

Todos se volvieron a mirar a Tabitha, y yo tambiŽn. Mec’a en sus brazos a un desvencijado oso de peluche. Al osito gris le sal’a un poco de relleno por las orejas, y a su deste–ido overol azul le faltaba un bot—n. Incluso su sonrisa parec’a perdida.

 

-Orden, por favor -dijo la se–ora Brisbane.

 

Por suerte, en el aula reinaba un completo silencio. Si Gail hubiese estado all’ en ese momento, ÁhubiŽsemos o’do carcajadas y un ataque de hipos!

 

Tabitha guard— el viejo osito dentro de su pupitre sin decir una sola palabra.

 

Justo en ese momento, lleg— el director Morales.

 

-Lamento interrumpirles, se–ora Brisbane; solamente quer’a darles la bienvenida despuŽs de las vacaciones.

 

El director luc’a fenomenal con su corbata llena de peque–os l‡pices. Siempre llevaba corbata porque Žl era La-Persona-M‡s-Importante de la Escuela Longfellow.

 

-Muchas gracias, se–or Morales -dijo la se–ora Brisbane-. Tenemos una nueva estudiante, Tabitha Clark y, como ver‡, hemos organizado la clase de forma diferente.

 

-Bienvenida, Tabitha -dijo el se–or Morales-. Estoy seguro de que te sentir‡s a gusto en el Aula 26. Me alegro de ver que nuestro amigo Humphrey tambiŽn ha regresado.

 

Recorri— toda la clase hasta llegar a mi jaula.

 

-ÁENCANTADO DE VERLE! -chillŽ todo lo que pude.

 

-ÁHola, peque–o amigo! -me salud—. Entonces se vir— para mirar a todos los alumnos-: Pueden aprender mucho de Humphrey. Les deseo un excelente semestre.

 

En cuanto se fue, volv’ a mirar a Tabitha. Continuaba con la vista baja. No pod’a ver muy bien su cara, pero estaba roja como el color cobrizo de su cabello. Creo que pasŽ mucho tiempo observ‡ndola, porque, de repente, son— la campana del recreo.

 

-Ven, Tabitha, vamos a buscar los abrigos -le dijo Mandy.

 

Tabitha guard— el osito de peluche en su bolsillo y sigui— a Mandy hasta el guardarropa.

 

Tan pronto como salieron los estudiantes, entr— la se–orita Loomis. Dos hoyuelos rosados de la emoci—n coloreaban sus mejillas, y sus rizos se mov’an en todas las direcciones.

 

-ÀLista? ÀLo hacemos? -le pregunt— entusiasmada a la se–ora Brisbane.

 

-Claro que s’ -contest— mi maestra-. Enseguida le hago un lugar.

 

Caminaron hasta la mesa, delante de la ventana, donde estaba mi jaula.

 

-Este lugar es perfecto para Žl -dijo la se–orita Loomis se–alando un espacio cerca de mi casa.

 

La se–ora Brisbane corri— algunos de mis suministros hacia el otro extremo de la mesa.

 

-ÀEst‡s segura de que no da mucho trabajo?

 

-Segura. Nada comparado con el trabajo que da un h‡mster -respondi— la se–orita Loomis.

 

ÀQUƒ-QUƒ-QUƒ? ÁNada comparado con el trabajo que da un h‡mster! ÀCu‡ndo le he dado yo trabajo al Aula 26? ÀNo me he dedicado en cuerpo y alma a ayudar a mis compa–eros de clase y a mi maestra? Para mi sorpresa, la se–ora Brisbane no la corrigi—. Estaba a punto de defenderme cuando volvi— a sonar la campana, y la se–orita Loomis sali— corriendo del aula.

 

Me preguntaba quiŽn era el que no daba tanto trabajo como yo. "ƒl" hab’a dicho la se–orita Loomis.

 

ÀPero quiŽn era Žl? La curiosidad hizo que me temblaran los bigotes, y un cosquilleo recorri— mis extremidades.

 

Ten’a los pelos de punta cuando los ni–os regresaron a la clase. Vi cuando Tabitha guard— el osito de peluche. Heidi tambiŽn lo vio y puso los ojos en blanco mirando en direcci—n a Gail, quien por poco suelta una risita, pero se contuvo.

 

-Clase, como les dije anteriormente, tenemos varios cambios en el aula este a–o -dijo la se–ora Brisbane-. Uno de esos cambios es que tenemos una nueva mascota. Estoy segura de que ser‡ un gran aporte para la clase.

 

ÀUna nueva mascota? ÀPara quŽ quer’a ella una nueva mascota si ya ten’a una maravillosa, incomparable y tremendamente perfecta mascota que era yo? ÀEs que acaso pensaban reemplazarme?

 

Entonces entr— la se–orita Loomis cargando una caja grande de cristal. No pod’a ver lo que era porque mis compa–eros se hab’an puesto de pie. Con los cuellos estirados, no dejaban de hacer exclamaciones, Áoh!, Áah!, y no paraban de hablar.

 

-ÁEs una rana! -grit— Heidi.

 

La se–orita Loomis coloc— la caja de cristal al lado de mi jaula. Ahora pod’a ver agua, rocas y una cosa verde, VERDADERAMENTE-VERDADERAMENTE-VERDADERAMENTE grumosa.

 

-Les presento a nuestra nueva mascota -dijo la se–ora Brisbane-. La se–orita Loomis les hablar‡ sobre ella.

 

-Ni–os y ni–as, como ustedes saben, en mi aula tenemos una rana. Se llama George y es una rana toro. Antes de las fiestas, un alumno trajo esta rana para que le hiciera compa–’a a George. Le pusimos el nombre de Og. Sin embargo, como George es una rana toro, nos hizo saber con sus ruidos que no le gustaba Og. Cada vez que George croaba, Og se pon’a a saltar y salpicar.

 

Mis compa–eros se echaron a re’r, pero yo, no. Por un lado, pod’a entender por quŽ George no quer’a tener otra rana que le hiciera competencia, pero, por otro, pensaba que pod’a buscar una mejor manera de dej‡rselo saber.

 

-Con tanto ruido, no pod’amos hacer el trabajo de clase -continu— la se–orita Loomis-, as’ que le preguntŽ a la se–ora Brisbane si a ustedes les gustar’a tener a Og, y ella me dijo que s’. Es una rana muy tranquila. ÀLes gusta?

 

Todos mis amigos gritaron a la vez: "ÁSê!". Todos menos Tabitha, que a escondidas acariciaba su osito.

 

Alguien dijo: "Croac-croac-croac", pero no fue precisamente la rana.

 

-O’-Eso-Kirk. ÁBasta ya! Og se encargar‡ de los efectos sonoros de ahora en adelante. Pienso que ser‡ un buen amigo para Humphrey -dijo la se–ora Brisbane.

 

ÀUn amigo para m’? Por lo menos no se trataba de mi reemplazo. ÁQuŽ alivio! Yo ya ten’a muchos amigos en el Aula 26, as’ que no ten’a necesidad de buscarme otro. Pero, aun as’, no quer’a ser descortŽs como hab’a sido George con Og.

 

Una vez que la se–orita Loomis se march—, la se–ora Brisbane dej— que los ni–os se acercaran a ver a Og.

 

Seth dio unos golpecitos en el cristal.

 

-No hagas eso, Seth -le advirti— la maestra-. Lo puedes asustar.

 

-No parece que le tenga miedo a nada -observ— Miranda.

 

-Es una rana graciosa, chistosa -dijo Kirk.

 

Esta vez Gail no se rio, lo que pareci— molestar a Kirk.

 

-ÀEs que no te das cuenta? ÀGraciosa, chistosa?

 

Gail puso los ojos en blanco y mascull— algo que no le gust— a Kirk.

 

La se–ora Brisbane llam— a la ni–a nueva:

 

-Tabitha, acŽrcate a ver a Og.

 

Tabitha no levant— la vista del pupitre y neg— con la cabeza.

 

-ÁVen, Tabitha! -la llam— Mandy con impaciencia.

 

Nuevamente Tabitha neg— con la cabeza.

 

-No ha querido hacer nada en todo el d’a -se quej— Mandy.

 

-Mandy, por favor ... -dijo la se–ora Brisbane.

 

-ÀEs en realidad una rana? -pregunt— Richie observando a Og detenidamente, y este a Žl-. ÀNo viven en el agua?

 

-Algunas ranas, s’ -dijo la se–ora Brisbane-. Algunas especies viven en los ‡rboles. Og es una rana verde comœn. Les gusta vivir cerca del agua, pero no dentro. Por eso su tanque es mitad tierra, mitad agua.

 

Una rana verde comœn no sonaba muy interesante, pero la verdad es que Og se hab’a ganado la atenci—n de mis compa–eros de clase.

 

-ÀPuedo encargarme de cuidar a Og? -grit— A. J.

 

-Baja-La-Voz-A.J. -dijo la se–ora Brisbane-. Entre todos cuidaremos a Og.

 

Tan pronto los estudiantes se sentaron, la se–ora Brisbane mostr— un libro sobre el cuidado de las ranas.

 

-Tendremos que familiarizarnos con esto -dijo-. Cuidar a Og es diferente a cuidar a Humphrey. Humphrey es un mam’fero de sangre caliente. Og es un anfibio de sangre fr’a.

 

ÁAnfibio! Nada que ver con mam’fero. ÁSolo escuchar la palabra hizo que mi sangre caliente se enfriara! Confiaba en que nunca incluyera esa palabra en un examen de ortograf’a.

 

La se–ora Brisbane comenz— a leer el libro:

 

-ÁAj‡! -exclam— ella-. Aqu’ pone que la rana verde comœn es de tama–o mediano y de buena naturaleza. Emite un sonido agudo, inconfundible.

 

-ÁBOING!

 

Casi me caigo de mi escalera. ÀQuŽ sonido era ese?

 

Entonces o’ otro sonido: la risa burlona de mis compa–eros.

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