Las cuatro dimensiones del amor

Las cuatro dimensiones del amor

by Nancy Pulecio Velez
Las cuatro dimensiones del amor

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by Nancy Pulecio Velez

eBook

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Overview

Despierta tu mente, tu cuerpo y tu corazón con las cuatro dimensiones del amor que reorientarán tu vida y te harán feliz a ti y a quienes te rodean

El amor es extremadamente complejo. Todos hemos vivido experiencias de profunda alegría y profundo dolor. A veces hemos tomado decisiones acertadas, y otras no tanto. Lo que quizá no sabíamos es que muchos de los errores que cometimos eran evitables. Esto le ocurrió a Ana, quien comparte su historia a través de Las cuatro dimensiones del amor. A través de las experiencias de Ana, Nancy Pulecio Vélez nos muestra una nueva manera de comprender el amor en cuatro dimensiones imprescindibles para lograr una auténtica paz y una real y perpetua felicidad:

• el amor interno, primordial y esencial
• el amor real, el de la familia
• el amor abierto, a todos y a todo
• el amor íntegro, el de la pareja

Con este recurso práctico, Nancy Pulecio Vélez nos brinda los conocimientos y las herramientas para retomar las riendas de nuestra vida e incorporar la invaluable sabiduría, que cambiará nuestro destino, de las cuatro dimensiones del amor.

Product Details

ISBN-13: 9780698185128
Publisher: Penguin Publishing Group
Publication date: 06/03/2014
Sold by: Penguin Group
Format: eBook
Pages: 256
File size: 989 KB
Age Range: 18 Years
Language: Spanish

About the Author

NANCY PULECIO VÉLEZ, periodista y escritora nacida en Bogotá, Colombia, es presidente de Colombia Exterior, Inc. y fundadora de Sueños sin fronteras y del Premio Internacional a la Excelencia Colombia Exterior. Actualmente vive en Chicago.

Read an Excerpt

INTRODUCCIÓN

Cuando mi amiga Ana Veracci terminó de contarme la historia de su vida, que relataré a lo largo de este libro, sentí profundos deseos de que ella pudiera volver a empezarla... No solo para cortar el sufrimiento que vivió personalmente, sino por el que causó a quienes ella realmente amaba y jamás hubiera querido hacer sufrir.

Ella estuvo parcialmente de acuerdo con mi deseo y expresó: “Sin duda es importante evitar el sufrimiento innecesario ocasionado por la falta de conocimiento del amor. Pero, igualmente, es importante saber que, si no nacemos ilustrados en el tema, su proceso de aprendizaje es altamente valioso para así recibirlo, calibrarlo y aceptarlo, y luego poder transmitirlo como enseñanza y evitar a otros el doloroso proceso que puede causarnos el mal entendimiento del amor. En especial, cuando este llega a ocasionar resultados irreversibles, que por lo general es lo que sucede en la mayoría de los casos”.

Ante esto, Ana y yo entendimos y concluimos que en el tema del amor “global” o “genérico” —como lo podemos llamar, de acuerdo a cómo acostumbra a verlo y a sentirlo el mundo—, aunque no lo parezca, aún está todo por aprenderse.

Con Ana, de origen italiano y amiga del colegio, compartimos, por coincidencia, experiencias similares en nuestras vidas, aunque con obvias diferencias que fueron las que nos hicieron generar la estructura de las cuatro dimensiones del amor para proponerlas al mundo. Ana, después de experimentar su mayor tristeza, la muerte de su segundo esposo, regresó con sus hijos a la ciudad natal de su padre, Borgetto, Italia, pero antes me pidió que por favor publicara nuestras conclusiones con el fin de ayudar a las niñas y a los muchachos jóvenes que quieran, para su bien, escucharlas.

Como veremos a medida que conozcamos su historia, millones de personas siguen hoy el mismo camino que Ana. Se expresan y continúan viviendo su vida de acuerdo con sus sentimientos básicos, esos que surgen en nosotros biológicamente, o sea, fisiológicamente. No comprenden que tras de ellos hay mucho más que un deseo corporal externo: la fuerza interna de nuestra mente y la magnitud de nuestro corazón y espíritu, los cuales es fundamental conocer a fondo y a tiempo. Ellos son nuestra protección real para hacernos recapacitar ante cualquier descomposición orgánica que pueda emerger en nosotros.

Con esta fuerza mental y espiritual que aprenderemos a manejar por medio de las cuatro dimensiones del amor que se generaron del sufrimiento de Ana, podremos identificar, corregir y controlar nuestras sensaciones por más fuertes y profundas que surjan en nosotros. Igualmente, Ana y yo estuvimos de acuerdo en que su historia es un ejemplo vivo que nos mueve y nos enseña que, en cualquier momento de nuestra vida, es posible reorientarla y a la vez eliminar el sufrimiento —innecesario— que produce el amor. Porque el amor debe traernos amor y poco o nada de sufrimiento. Esto ocurre cuando tenemos un buen entendimiento del mismo en sus cuatro dimensiones: el amor interno, elamor real, el amor abierto y el amor íntegro, los cuales conforma lo que Ana consideró también como el Mapa de la Vida.

Ella lo llamó “Mapa de la Vida” porque en nuestras largas charlas definimos que, si conocemos estas cuatro dimensiones del amor, si logramos asimilarlas en toda su profundidad desde nuestra pubertad y luego somos capaces de seguirlas con precisión y enfoque a lo largo de nuestras vidas, como seguiríamos los caminos de un mapa para llegar exitosamente a una meta final, lograríamos comprender que estas cuatro dimensiones del amor conforman una estructura. Dicha estructura nos servirá para identificar sin mayor problema nuestros sentimientos dentro de la lógica razonable que tiene un solo objetivo: hacernos el bien a nosotros mismos y hacer el bien a los demás para conseguir una auténtica y real felicidad.

Obviamente, asimilar las cuatro dimensiones desde nuestra pubertad sería el máximo ideal, pero esto no es fácil porque el ser humano no siempre va a estar capacitado para ello. Pero a la vez, no importa a qué hora las comprendamos porque igualmente podremos incorporarlas cuando lleguen a nuestro entendimiento para reiniciar con ellas nuestro camino y aprovechar y disfrutar todo lo hermoso que se abre ante nuestros ojos a través de ellas. Y es que debemos agregar que, cuando no entendemos el real fondo de estas cuatro dimensiones y no podemos asimilarlas para ejercerlas en nuestro diario vivir, es porque aún tenemos algo más que aprender bajo el yugo de la experiencia.

Para muchos puede ser simple adaptarlas con su mente por medio de la lectura, pero para otros no es sencillo aplicar un sentimiento en nuestro corazón apreciándolo en cabeza ajena. De modo que muchos debemos vivir la experiencia en carne propia para poder incorporarla a nuestro ser y hacerla funcionar para nuestro bien. Sin embargo, aquí aspiramos a que, con el Mapa de la Vida que nos provee Las 4 dimensiones del amor, los jóvenes, y la gente en general, las puedan asimilar de forma práctica y las pongan dentro de su diario vivir para encontrar su felicidad.

Entre lo que vivimos, cuando miramos atrás y analizamos el camino que debió recorrerse para lograr entender la razón de nuestras actitudes con sus certezas, flaquezas y errores, nos damos cuenta del valor inmenso que tiene entender las dimensiones del amor a tiempo o desde que nuestra conciencia nos lo permite. Sin duda es indispensable no morirnos sin haberlas comprendido y vivido para disfrutarlas y, si es posible, enseñarlas a todos aquellos más jóvenes que nosotros. Porque esta manifestación, que lograrán nuestro espíritu y nuestra mente con el entendimiento de las cuatro dimensiones del amor, no solo podrá aplicarse a lo relacionado con el amor “global”, sino a nuestras actividades diarias personales y también profesionales, ya que coincide con que nuestra vida día a día, minuto a minuto, bajo cualquier circunstancia, se nutre del amor.

Siempre que le demos el enfoque correcto a este sentimiento, de acuerdo con sus ordenanzas, dentro de la lógica y la buena razón que proponemos en Las 4 dimensiones del amor, la vida nos responderá de la mejor manera y todo será para beneficio nuestro y para beneficio de quienes amamos y, por ende, del mundo en general.

Qué y quiénes somos

El ser humano está conformado por el cuerpo físico, la mente y el espíritu. Los tres elementos están conectados entre sí y no se pueden contemplar individualmente. Los tres conforman un todo para encontrar el equilibrio adecuado en nuestro desarrollo, desenvolvimiento y comportamiento general que tiene un solo objetivo: ser felices. Y aquí nosotros agregamos: ser felices... haciendo felices a los demás. Porque ese es el resultado más claro y honesto del amor y la mayor satisfacción que podemos llegar a sentir. Pero como bien lo sabemos, y de hecho lo vemos a diario, para la inmensa mayoría no es tan fácil lograrlo.

Hay un sinnúmero de circunstancias que se cruzan en el camino: las diversas culturas, las religiones, la sociedad, aparte de la educación que nos marcan desde nuestra niñez. Entre estos conceptos vale destacar el más general de todos: que no somos completos. Que todo nos falta, que nuestro éxito radica en todo lo que aún no hemos logrado. Que radica en lo que no tenemos y que podemos alcanzar pero con las mayores dificultades.

Y esa energía un tanto frustrante y negativa es la que transmitimos y con la que cerramos nuestras avenidas para lograr el éxito. Porque, naturalmente, estamos atrayendo todo aquello que es precisamente lo contrario de lo que queremos y necesitamos. Por esa razón, se hace presente en muchos de nosotros la falta de todo; porque es lo que estamos transmitiendo desde nuestro corazón: un pleno sentimiento de vacío que se apodera de nuestro ser y de nuestro espíritu y por lo tanto no podemos ser fácilmente felices y mucho menos hacer felices a otros. Todo ello, vale anotar, es igual para una inmensa mayoría de los seres en la Tierra —posiblemente, si se hiciera un análisis, podríamos llegar a más de un 90%. Porque son pocos los padres que, al no haber logrado sus sueños, logran enseñarles a sus hijos a poner en práctica un auténtico positivismo.

Sin embargo, hemos escuchado desde siempre en los libros sagrados de varias religiones y de diversas maneras, entre ellos, en la Biblia: “El reino de los cielos está dentro de nosotros” (Lucas 17:21). Una clara referencia a que debemos saber que nacimos con todas nuestras capacidades, que allí están, que allí las tenemos, que solo debemos buscarlas dentro de nosotros mismos para ponerlas a funcionar sin miedo, utilizando nuestra esencia divina, serenidad e inteligencia y enfoque positivo para lograr nuestras metas. Este mensaje no nos queda claro a millones de personas que insistimos en buscar todo en los demás, sin antes recurrir a nosotros mismos para encontrarnos, descubrir cómo y quiénes somos, y de acuerdo con ello actuar. Eso es justamente lo que logran las personas de éxito, y vemos que sucede en ellas sencilla y fácilmente, mientras que en tantas otros no, sino hasta después de librar muchas batallas.

Por ello la infinita grandeza de entender lo que nos pueden aportar, de una manera simple y sencilla, las cuatro dimensiones del amor. Porque al encontrarlas e infiltrarlas en nuestro ser para empezar a manejarlas con firmeza, nuestra energía cambia y nos lleva primero a confirmar nuestra seguridad en nosotros, y luego a lograr lo que siempre hemos deseado por medio de nuestra fe. Esta emerge impregnada de alegría espontánea y una sabia confianza en nosotros mismos, y nos dirige correctamente para activar la forma en que debemos vivir día a día nuestra vida.

En tiempos pasados, cuando había una mayor restricción de conceptos y no se entendía ni se contemplaba con sabiduría que en efecto “el reino de los cielos está dentro de nosotros”, y a la vez nos encontrábamos llenos de ansiedades espirituales, físicas y emocionales, podían ocurrirnos muchas cosas. Si acudíamos a un cura o a un monje —de acuerdo con nuestras creencias religiosas—, ellos, dentro de su punto de vista acorde con sus principios y su filosofía por lo general conservadora y rígida, al exponerles nuestras confusiones, angustias o acciones, podían sacarnos del confesionario sin absolución, dependiendo obviamente del nivel de entendimiento humano de ellos. Pero esto desafortunadamente sucedía y nos hacía sentir como los peores pecadores de la Tierra. Sin saberlo, atentaban contra nuestra seguridad emocional, y con esta reacción a la vez estimulaban la liquidación de nuestra primera dimensión del amor: el amor interno.

Otra posibilidad era acudir a un psicólogo, o acudir al ocultismo o incluso a la hechicería para recibir alguna guía, lo cual obviamente no generaba los resultados necesarios. Porque el psicólogo lo veía desde su punto de vista médico. Para calmar al “paciente” en su generalidad, en lugar de proporcionarle alguna reorientación psicológica basada en un estudio detallado personalizado acorde con las necesidades y ansias fundamentales de la persona, le recetaba algún tipo de tranquilizante químico. Este afectaba su respuesta física al incrementar su susceptibilidad, causándole complicaciones innecesarias a su salud corporal y, de paso, mental y espiritual. Ni hablar de aquellos que acudían a la astrología, el ocultismo o la hechicería, porque el que a ellos iba salía más confundido que cuando llegaba, lleno de ilusiones o resoluciones falsas que por lo general no se cumplían.

Finalmente hoy, en efecto, está surgiendo una mayor atención hacia el espíritu, la mente, el corazón y sus ansiedades. Posiblemente por la etapa que está atravesando el mundo, plena de comunicación instantánea y cambios rápidos e inesperados, se ha despertado una tendencia general a buscar un mejor entendimiento de nosotros mismos para, a partir de allí, encontrar el verdadero camino a la construcción de nuestra paz y felicidad reales. Por ello existe un interés más enfocado y concreto por extender este conocimiento y hacerlo entender a la humanidad científica y biológicamente, de manera fácil y práctica, utilizando directamente nuestro cerebro, pensamientos y acciones, incluso sin intermediación alguna de creencias limitantes, religiosas o de cualquier otro tipo. Que, como seres humanos —independientes de influencias externas a nuestro propio ser—, podamos encontrar respuestas que tienen una sola finalidad. Y que esa finalidad sea crecer espiritualmente a partir de nuestra propia esencia divina, para llegar a Dios o al ser supremo que hayamos elegido e identificado con nuestro sentir original y, conjuntamente con él, actuar acordes a nuestro bien, el de nuestros semejantes y el del mundo en general.

El globalmente mal llamado “amor”

Notemos que, hasta hoy, el tema espiritual ha partido, en su generalidad, del engranaje espiritual personal e individual de cada cual, y de la atención que cada uno le ha dado a la espiritualidad —de acuerdo a su cultura, religión, enseñanzas familiares, etc. Este engranaje, por lo general, es utilizado y clamado en los momentos de mayor necesidad, en los momentos de tristeza, congoja e inestabilidad, cuando nos llega una tragedia. También recurrimos a él en momentos de infinitas alegrías, cuando nacen nuestros hijos o nos unimos en matrimonio con total sinceridad. Porque, al no haber estudios básicos dedicados a las expresiones específicas que le genera nuestra mente a nuestro cuerpo ante el globalmente mal llamado “amor”, sin ninguna definición ordenada o acorde, lo que surge de nosotros es una diversidad desconcertante de sentimientos, con los que podemos fácilmente confundirnos. Y al confundirnos, no logramos ni nuestra felicidad ni la de aquellos en quienes influimos directamente.

Es claro que, en la historia, existe y ha existido la Psicología para quienes desean estudiar la conducta y el comportamiento humanos y los procesos mentales, al igual que explorar conceptos como la percepción, la atención, la motivación, la emoción, el funcionamiento del cerebro, la inteligencia, la personalidad, las relaciones personales, la consciencia y el subconsciente. Pero hasta ahí llega la Psicología, sin ninguna propuesta concreta dirigida a la profundidad de nuestro ser que nos permita encontrarnos como somos, para que a partir de allí podamos definir quiénes y cómo somos, y actuar con absoluta seguridad generada por nuestra propia identidad. Nuestra identidad es única pues, para bien o para mal, o para entender correctamente nuestra posición en este mundo, aunque somos todos seres humanos iguales... todos somos seres humanos diferentes y todos somos seres humanos que sentimos diferente.

El globalmente mal llamado “amor”, como aquí lo hemos identificado, no ha dictado una fórmula con resultados efectivos y prácticos para que cada ser, uno por uno, encuentre su yo interno real ágil y fácilmente y, de acuerdo con él, sea un ser feliz, amándose y amando el mundo que lo rodea. Lo cual hace que se presenten todo tipo de desequilibrios en individuos solos e independientes lidiando con ellos mismos y con su propia vida, o en sus relaciones sociales, de amistad o amorosas de pareja.

Estos desequilibrios tienen la posibilidad de alinearse dentro de las cuatro dimensiones del amor porque en ellas, como veremos, encontraremos la respuesta para facilitar la reorientación de nuestra mente y manejar nuestros sentimientos con total éxito —si lo queremos—, para lograr nuestra profunda felicidad y la de todos los que nos rodean.

Qué es el amor, “genérico” o “global”

El amor “genérico” o “global” es el que todos llamamos amor, sin importar de quién viene o hacia quién va, de dónde nace, qué buenas o regulares intenciones o propósitos vienen con él, si es honesto, y por lo tanto duradero, o es para un instante. Nunca terminaríamos de analizarlo porque el mundo lo utiliza en cien o mil facetas. De forma que si analizamos qué es el amor global, genérico, con respecto a la vida, o qué es la vida con respecto a dicho amor... es bien fácil definirlo en dos conceptos: el amor es vida y la vida es amor.

Pero es tan amplio e inmenso dicho concepto, que no toma en consideración la historia y sentir de cada ser. Por ello, tanto para aquellos que están en el proceso inicial de la construcción del amor y de la vida, como para aquellos que no han logrado llegar a la cumbre total de la felicidad porque se han confundido, la integración del concepto organizado de nuestros cuatro amores a nuestro sistema del entendimiento del amor abrirá un camino a la felicidad que todos los seres merecemos vivir —sin importar qué tan tarde lleguemos a ella.

Y cuando decimos “construcción del amor y de la vida”, vale agregar que podemos identificar el amor y la vida como una sola energía, porque: el amor es igual que la vida y la vida es igual que el amor. Por ende, la “construcción” es ilimitada porque es la misma energía que se genera en nosotros desde que nacemos y que sigue hasta que morimos. Un bebé crece por el amor de su madre al igual que una planta crece por el calor del sol. El bebé y la planta pueden morir sin el amor de la madre y sin el calor del sol. Por ello, el proceso de la construcción amor-vida o vida-amor jamás concluye, sino en el momento de nuestra propia muerte. Asimismo, los seres pueden enamorarse tanto a los veinte como a los ochenta años, solo que será de manera diferente. Pero en cualquiera de las dos formas, será amor y será vida.

Empieza a identificar tus cuatro dimensiones del amor

Después del amor de nuestra madre o de nuestros padres, que es el que determina para siempre nuestra base amorosa y nos genera el principal amor de todos, o sea el amor a uno mismo, el amor interno,viene el de los hermanos, los primeros amiguitos y luego el amor de pareja el cual nos marca de por vida, más si por esta unión hay hijos.

El amor, cualquiera sea, nos va a dar la energía para estar con vida. Si vemos a una persona mayor ya al final de su vida, seguramente podrá seguir viviendo un poco más por el amor de sus hijos, de sus nietos, de un amigo o un pariente, o de aquel que pueda darle un abrazo para ofrecerle una conversación con amor, incluso solo con algo de compasión ya que la compasión forma parte del amor. El amor siempre nos dará la alternativa de volver a empezar para seguir la vida, de mirar los días como nuevos, sin importar si los hemos vivido o sufrido con dolor e intensidad. Incluso el hecho de haberlos sufrido con intensidad no importa, porque todo puede borrarse frente a un poco de amor nuevo, siempre que este sea real y auténtico. Entonces, la vida sin amor termina, y el amor sin vida no existe.

Lo fundamental de las cuatro dimensiones del amor: el amor interno y su ordenamiento

En efecto, la primera y más importante de las cuatro dimensiones del amor es el amor interno, o amor a uno mismo, siempre que logremos darle el más alto nivel para efectuar dentro de nosotros su más sublime interpretación. El amor interno debe ser claro, entero, balanceado y eternamente transparente para que podamos llegar con él a Dios y comprender su magnitud y grandeza. Con él dejaremos fácilmente atrás cualquier tipo de egocentrismo, egoísmo, egolatría o cualquier sentimiento que pueda hacer daño a otros o a nosotros mismos en el momento de sentirlo o en momentos posteriores.

Y para aquellos que no creen en ninguna fuerza externa, o sea aquellos incrédulos, irreligiosos o sencillamente agnósticos, pueden incluso llegar a interpretar bondad a través de su amor interno. Porque, sin duda, la prueba es que ellos mismos existen y están vivos con sentimientos en este mundo, y eso ya tiene un significado para que brote la bondad en cualquier ser humano. Igualmente, como ya lo expresamos, este amor a sí mismos debe ser claro, entero y balanceado y eternamente transparente: sin egocentrismo, egoísmo, egolatría de ninguna naturaleza, o cualquier sentimiento que pueda hacer a otros o a nosotros mismos daño en el momento de sentirlo o en momentos posteriores. Esta fuerza clara, correctamente enfocada, del amor interno podrá darnos la capacidad de entendernos a nosotros mismos, entender el mundo, cuidar de los demás, ser felices y hacer igualmente el bien y dar paz a todos. Lo cual es lo que buscamos ansiosamente en la vida pero que, desafortunadamente, muchos en la primera parte de nuestra existencia no captamos que esta fuerza reside sencillamente dentro de nosotros y solo necesitamos buscarla, encontrarla, balancearla momento a momento y, como lo dijimos anteriormente, no buscarla fuera de nosotros.

Este amor interno es el que debemos ayudar a nuestros hijos a descubrir y a conocer en su interior de manera temprana. Esto lo lograremos estimulándolos en todo lo bueno que ellos hagan, para que puedan identificarlo, conocerlo y asimilarlo hasta donde sus mentes logren captarlo, y con él encuentren el significado y el sentir de la gratitud. Y después, de mayores, podrán conservar el amor interno de manera arraigada, sintiéndolo constantemente en su sistema consciente, cimentándolo en su subconsciente para que nunca los abandone. Porque recordemos que, aunque hoy estemos acompañados, al final somos uno solo. Y ese “ser solo” debe tener en claro y de manera fuerte, sólida y establecida en su ser, el amor interno. Porque mientras estamos aquí, es el que nos va a sacar de cualquier circunstancia de sufrimiento, no nos va a dejar caer en depresión o en situaciones descontroladas, incluso, no nos va a dejar llegar a las calles como mendigos, desvalidos y míseros. Y, al final, con el amor interno tendremos la fuerza para irnos de la vida, plenos, tranquilos y con nuestra dignidad y esencia divina en su más alto nivel.

Así es de grande el amor interno. Es el que nos da luz, alegría, deseos de trabajar, estímulo a la inteligencia, nos hace reflexivos, más conscientes de nosotros y de lo que nos rodea, más cautos y respetuosos con lo ajeno. Nos abre al mundo único e irremplazable de la gratitud con Dios, con la vida, con quienes están en nuestro entorno, con la naturaleza, con el mundo en general. Nos da la plenitud y nos da la creatividad, es la energía que guía nuestros pasos y regula nuestras actividades, los resultados iniciales y finales de nuestra vida.

Mencionamos que es el amor fundamental con el cual podemos llegar a Dios. En efecto, porque cuando lo ejercitamos como lo veremos más adelante en estas páginas, cuando nos adentramos en nuestro universo, sentimos que es el camino donde encontramos nuestra procedencia, nuestra fuente de contacto de donde nacimos, encontramos nuestro origen, nuestra raíz, nuestra fuerza interna. Es allí donde entendemos quiénes somos y cómo podemos arraigarnos a Dios con máxima gratitud y entendimiento. O podemos, de acuerdo con la religión de cada cual, entendernos más a fondo para nuestro bien.

El amor global o genérico y su diferencia con las cuatro dimensiones del amor

El amor global, genérico, es grandioso. Pero decíamos que en su extraordinaria magnitud nos perdemos. Por eso es que al segmentarlo en sus cuatro principales dimensiones ya aquí establecidas, cada una de ellas nos conecta, nos facilita nuestra identificación con nosotros mismos y nos proporciona un profundo entendimiento junto con los beneficios de su propia naturaleza.

Fue a través de los relatos de Ana que compartiré con ustedes, tan absurdos como desgarradores, que surgió entre las dos la definición de las cuatro dimensiones del amor, todas ellas vitales para incorporar a nuestro conocimiento. Esta base de pensamiento nos abrirá la posibilidad de lograr conclusiones fundamentales y prácticas, posibles de acondicionar dentro de nosotros mismos, ya que partiremos de deducciones claras y lógicas de nuestra mente para manejar nuestro corazón bajo nuestro propio criterio. De esta forma seguiremos un comportamiento acorde que nos ayude a controlar de manera inteligente nuestras pasiones, mucho antes de que se desborden y puedan dejarnos quebrantos irremediables.

¿Cómo saber cuándo nos llegan esas pasiones particulares que son las que a la postre no nos dejan beneficios? Realmente... todos lo sabemos. Pero la mayor parte de las veces las ignoramos, damos media vuelta y vuelta entera y no las queremos ver... Ellas son las pasiones que, cuando aparecen en nuestro ser, crean en nosotros un total caos y una confusión emocional, física, mental y espiritual. En efecto, esta es la forma fácil de identificarlas. En ocasiones, como veremos, se manifiestan de manera tan fuerte y en momentos tan inesperados y difíciles, que por ello mismo no las entendemos y sencillamente las justificamos, ya que logran confundir seriamente nuestra mente y nuestros sentimientos. Estas pasiones —que al final no son otra cosa que nuestras hormonas—, son las que nos comprometen, y son las que, por ignorancia y falta de conocimiento acerca de su funcionamiento biológico, se salen de nuestro control. Podemos llegar a tomar decisiones que después, cuando no han dado los resultados esperados, venimos a entender que realmente no debimos tomarlas.

Si desde nuestra pubertad se nos adelantara información clara sobre los fundamentos y repercusiones de nuestras hormonas, sobre cómo las mismas pueden llevarnos a tomar caminos no imaginados para nuestra vida, e incluso se estableciera en los colegios un formato de estudio al respecto, indicando los efectos y las alteraciones biológicas que se adueñan de nosotros por esta causa, encontraríamos sin duda soluciones diferentes a las que Ana encontró en su andar por el camino del amor.

Por ello, las cuatro dimensiones del amor desarrolladas más adelante, son invaluables para incorporarlas a nuestro ser y diario vivir, porque ellas nos abren el camino para entender lo siguiente:

  1. La importancia de tener claro desde jóvenes el concepto de que no podemos ver el amor como algo genérico y global que llega y se va y que sirve para todo. Existen sus cuatro dimensiones representadas por cuatro tipos de amor, cada cual con una tarea específica en las diferentes áreas de nuestras vidas. Cada una, independientemente de la otra, nos da la respuesta y el soporte espiritual suficiente para manejar nuestra vida a un alto nivel.
  2. Que esos cuatro tipos de amor, o las cuatro dimensiones del amor, los tenemos dentro de nosotros. Solo es cuestión de buscarlos en nuestro corazón o espíritu con nuestra mente, para que emerjan de nosotros y puedan empezar a beneficiarnos.
  3. La urgencia de integrar las diferentes dimensiones a nuestro subconsciente por medio de un ejercicio diario de meditación. A través de dicho ejercicio, podremos ir incorporándolas de manera consciente a nuestro subconsciente, para desde allí poder darles la bienvenida a la paz y a la más extensa felicidad y eliminar cualquier camino dudoso o conflictivo, tanto en nuestra vida amorosa como en nuestras actividades cotidianas.
  4. La importancia de aprender a manejar las dimensiones para aplicar cada una de ellas al área necesaria y, de manera correspondiente, alcanzar con ellas el más alto nivel de vida espiritual y por lo tanto emocional y física.
  5. Una vez establecidas en nosotros, debemos actuar con ellas desde nuestro corazón y espíritu, y con voluntad y determinación rodearlas de buenos pensamientos, buenas palabras y buenas acciones. Debemos apoyarnos en la presencia de Dios, o del ser supremo o manifestación divina en la que cada cual desee creer —siempre que podamos por su medio, mantener el respeto al derecho de la libertad del sentir de cada cual. Esto quiere decir, que cuando tengamos en nuestra mente y espíritu el conocimiento y manejo natural de las cuatro dimensiones del amor, empapemos estos cuatro amores con profundo y real respeto y positivismo, de acuerdo con nuestros más altos y elevados pensamientos aportados por nuestra esencia divina. Porque aquí hablamos desde el corazón con la intención de reforzar nuestra espiritualidad y alineamiento con el infinito, y desde allí fortalecernos para encontrar respuestas básicas y fundamentales desde y para nuestro ser, para siempre.

Las cuatro dimensiones —básicas— del amor

1. EL AMOR INTERNO

Es ese que nos debemos a nosotros mismos. Lo tenemos dentro y podemos descubrirlo y sacarlo desde nuestro espíritu y corazón para inundar con él nuestro ser. Porque el amor interno es el que nos reconcilia en cualquier momento —esperado o no— durante nuestra vida. Es el que hace que no importe qué tan desesperados estamos, porque al llegar a él y sentir que nuestra esencia divina emerge de nuestro ser, nos será fácil entender que tenemos un horizonte tan amplio como lo anhelemos para hacerle frente a cualquier eventualidad.

2. EL AMOR REAL

Es ese especial y único, que solamente sentimos a lo largo de nuestra vida por nuestra familia: nuestros tatarabuelos, bisabuelos, abuelos, padres, hijos, nietos, bisnietos, tataranietos, hermanos, padrastros, madrastras, hijastros, primos y sobrinos. Este amor real,siempre está presente, listo para transmitir grata energía, sin importar el tiempo o la distancia. Y es tan necesario para nuestra alma y para nuestra vida, como el sol para cualquier mañana.

3. EL AMOR ABIERTO

Es el que dirigimos y transmitimos hacia todo lo que nos rodea, físico o material, y podemos expresar espiritualmente —o no— hacia los demás. Este amor abierto nos trae soluciones infinitas si lo identificamos y lo practicamos en todos y cada uno de los pasos que damos en nuestra vida, como lo veremos más adelante en su capítulo específico y en su explicación ampliada.

4. EL AMOR ÍNTEGRO

Es el amor compartido y el más difícil de alcanzar. Porque no parte solo de nosotros mismos, sino que tienen que coincidir dos energías en un mismo espacio de tiempo y lugar. Además, tiene que nacer y construirse entre dos seres totalmente opuestos en su naturaleza como son el hombre y la mujer. Aunque por supuesto puede sucederse entre dos hombres o entre dos mujeres, lo cual hoy en día es totalmente aceptado por una gran mayoría de nuestra sociedad. Porque se ha llegado a la conclusión de que, al final, lo que el ser humano necesita en este mundo para crecer en sus bondades y en su espiritualidad es su total felicidad. Dicha felicidad, más allá de lo que hayamos estado enseñados a creer, se construye de acuerdo con nuestra conformación física, biológica, mental y espiritual.

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De acuerdo con todo lo antes dicho, es bien claro que el amor es profundamente complejo. Está latente con sus ramificaciones e interpretaciones, actuando en nosotros las veinticuatro horas del día para lograr con él la maximización de nuestras vidas, o todo lo contrario.

Para cualquier ser humano resulta apasionante analizar el amor en sus diversas facetas, una vez que lo hemos gozado, sufrido, experimentado y vivido, y nos ha marcado con los resultados que expone nuestra existencia. Igualmente, resultará apasionante estudiarlo y desmenuzarlo hasta donde lo hayamos vivido, para incorporar la guía o el Mapa de la Vida que nos ofrece Las 4 dimensiones del amor. Aunque ello causará alteraciones de impacto en nuestras vidas, podemos estar seguros de que este mapa reforzará los cimientos de nuestros pensamientos y sentimientos, reorientará nuestro enfoque general hacia nosotros y hacia los demás y encaminará nuestro cambio para transitar caminos que creíamos imposibles de abordar. Porque todo es posible a través del profundo entendimiento del amor de acuerdo con sus cuatro definiciones básicas.

Estas cuatro dimensiones del amor que despertarán tu mente, tu cuerpo, tu corazón y reorientarán tu vida, irán emergiendo a través de la historia de Ana que presentamos a continuación. En sus páginas veremos cómo Ana hubiera podido ser plenamente feliz de haber podido reorientar a tiempo su vida de haber encontrado el conocimiento de las cuatro dimensiones del amor. Como todos, las tenía dentro de ella pero no las vio. Debió encontrarlas una a una en su camino para poder finalmente clarificar su destino e identificarlas para exponerlas al mundo.

Veremos igualmente cómo aplicar e incorporar en nosotros estas cuatro dimensiones —si queremos—, ya que con ellas podremos realmente lograr, desde la base de nuestro ser, nuestra auténtica paz y una real, extensa y perdurable felicidad.

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